Dos
Estuvimos a la orilla del mar,
cuando las olas nos adormecían con su canto grato,
cuando no llegaba el crepúsculo,
cuando tomarme las manos, era habitual.
Ahora, yo camino hacia un extremo y tú hacia otro
y qué puedo hacer yo,
¿acaso voltear la cara para saber si aún me miras?
Seguiré el llanto de las gaviotas y no bajaré la mirada,
me iré con ellas,
emularé un grito desde su altura
y seré pez.
Erika Almenara, 27.12.05 19:18