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Aunque nadie me ve nunca contigo

Cada mañana la avenida Larco es invadida de peatones, autos y combis que irrumpen la tranquilidad de la madrugada. Llega un nuevo día, los chicos regresan al colegio y el sol, ya no brilla tanto para algunos mortales. FASA abre sus puertas que, por esas horas, no vende medicinas sino gaseosas y galletas, transeúntes que no alcanzan a tomar el desayuno. En medio de ello, yo camino, cartera y lonchera en mano. El casino Mardi Grass me anuncia producción de madrugada con el olor a rosas y cigarrillo que percibo una cuadra antes de pasar por ahí. Por ello, decidí, desde hace algún tiempo, caminar por la acera de enfrente, ahí donde esta ubicado el Cheef' s Cafe. Oscuros colores y cabezas canas, períodicos, tazas de café humeante, jóvenes en blusa blanca y falda negra, sí es verano, aún no toca el pantalón.

La misma mesa de siempre y los ojos de mar en calma. Me siento en pausa. Los siete pasos que dura el encuentro se hacen pesados y mis caderas quieren moverse lento y mi boca estirarse de comisura a comisura. Es él, otra vez. Yo diría que es inglés aunque quizá me equivoque. Nunca fui buena adivinando nacionalidades a lo lejos.

No ha sido uno ni dos ni tres los días en que me cruzo con esos ojos. No. Ya vamos tres meses y siento que cada mañana asisto a una cita que dura siete pasos: alisto mi ropa cada noche pensando que a la mañana siguiente se repetirá el ritual de seguirnos con la mirada, su mirada -porque al final no resistó y giro el rostro- tan intensa pero tímida, tan sutil que quisiera aprender.

Me hablará alguna vez? Serán otros nuestros actos, irán más allá de la mirada, se convertirá esta en contemplación? Sólo él lo sabe.

Erika Almenara, 5.3.07 09:15

1 comentarios

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at 10:27 a. m. Blogger Gabriel Báñez dijo...

un gusto pasar por aquí.

 

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