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Mi Reino Cerrado



Mi cumpleaños del año pasado estuvo caracterizado - sobre todo - por el descubrimiento de gentes que recién se conocían. Despertares de distintas edades confluyeron y estallaron en presencia grata, generando una eclosión de alegría y amor. Sí, hubo engranaje, hubo larga noche de danza, bebidas y chocolates. Después la nada.

En el silencio de los días y de las tardes en que vi morir al sol tantas veces, inicié el proceso de creación que esta noche llega a su fin. Fueron 29 los que nacieron a finales del mes de mayo. Desde entonces y hasta hace pocos meses, me dediqué a la ardua, dolorosa y gratificante tarea de corregir y embellecer a estos, mis hijos.

Mientras corregía y embellecía mis poemas, hacía lo mismo conmigo. Mis manos y las de ellos han avanzado en cordial sintonía. Hemos atravesado los mismos procesos, las mismas tierras; nos hemos transformado mezclándonos sin ya ahora saber dónde comienzan mis dedos, dónde comienzan los suyos.

Estos poemas son yo, yo soy estos poemas y todo lo que de ellos derive, para siempre. Han nacido de lecturas, sobretodo de lecturas humanas, de sensaciones e imágenes que he aprehendido a lo largo de su proceso de creación, que nunca es una sola etapa, sino muchas si no son todas.



Debo confesar que no hubiese podido escribir estos poemas sin leer a Alejandra Pizarnik (a quien mi querido amigo Daniel Allaín me introdujo), Blanca Varela, Rossella di Paolo, Rocío Silva, César Vallejo, José María Euguren, Novalis, entre otros tantos. Tampoco hubiese podido escribirlos sin ese golpe en la nuca que me hizo despertar por completo y en forma definitiva a la literatura, perpetuado por mis dos grandes maestros que están aquí esta noche conmigo, Alonso Cueto e Iván Thays (para quienes me voy a permitir la insolencia de pedir un fuerte aplauso).

Tampoco hubiese podido escribirlos si Patricia Miró Quesada no me hubiese regalado los libros que me regaló, sin que Bruno, Gonzalo y Pierre insistiesen siempre en que siguiera escribiendo, sin que mi psicóloga me ayudase a comprender por qué era importante cerrar ciertos reinos, abrir otros. En fin, siempre es la vida misma la que te empuja a escribir pues existen ciertas escenas, sentimientos que no se pueden conservar dentro de una misma y que hay que volcarlos en algo material desde que se oye aquel “llamado” del que hablaba Octavio Paz.

Yo me acuerdo que cuando estudiaba traducción en la UNIFE, mis amigas me llamaban “suffering” asumo que era su forma de destacar esa sensibilidad que presentaba frente a todo lo que se viviera por aquellas épocas, acá en representación de todas ellas, están mis amigas Claudia Noriega y Ximena Olazábal, ellas y unas cinco locas más presenciaron mis pininos poéticos y siempre han estado ahí para mí y mi poesía, para mis sueños, a veces demasiado idealistas, pero míos al fin y al cabo.



Veo tantos rostros queridos esta noche y pienso que hay tanto que agradecer. Mi mami, por ejemplo que con su evolución de estos años me ha apoyado mucho en todo esto. Ella, saben, siempre fue una mujer a la que le gustó la música y desde muy pequeña la recuerdo jugando “solitario o canasta” en la sala de su casa escuchando Santana, Elvis Presley, Natalie Cole. Pienso que si tengo un buen oído para escribir poesía, para oír las melodías secretas que acompañan a cada cosa de esta vida, su ritmo, es por ella.

Cada rostro que veo esta noche, me remite a un recuerdo grato y pienso también que soy lo que soy gracias al apoyo y enseñanzas que cada uno de ustedes me ha dado. Hay gente, sin embargo, imprescindible, que no está esta noche, como Jimena Pinilla, una gran luchadora que nunca olvidaré, ni yo ni muchos, y cuyas palabras, cariños y atenciones guardo en un espacio especial de mi corazón.

Cuando era pequeña, en los momentos de mayor abandono, esos en los que esperas un beso y no llega nadie para dártelo, jamás soñé que llegaría una noche como esta, en la que levantaría la vista y vería tantos rostros queridos acompañándome en algo tan importante como la creación de un libro. Yo no puedo volverme a sentir sola después de esta noche, después de este libro. Gracias a todos, esta es una noche de fiesta, no mi fiesta sino la de todos ustedes.

Erika Almenara, 5.10.06 08:22

5 comentarios

5 comentarios

at 11:34 a. m. Blogger Rain (Virginia M.T.) dijo...

Erika, emcionada, feliz, con tu libro: es que un libro es como tú dices, un hijo, hecho de sentimientos raspándonos lo que somos, sacando de quien escribe, todo.
Sin duda muchos no estaban en esa noche de alegría, entre ellos yo que no te conozco personalmente, sino más que a través de tus poemas y de fotos (las fotos, esos significativos registros)
y por tus poética, el motivo central de tu vida, por ese júbilo que contuviste y contienes, te envío un abrazo que te llegue por el aire y las sensaciones. A ti que eres acompañada y querida, o cuando estás sola en el silencio de tu habitación, pensando: hasta pronto amable little Girl in blue.

Virginia M.T o Rain.

 
at 12:33 p. m. Blogger Vanessa Soldevilla dijo...

Felicidades Ericka, estoy segura de que un buen día de sol con que parece empezar esta primavera entraré a cierta librería de Larco y buscaré tu libro. Estoy segura de que conoceré a tus hijos porque soy mujer y algún día también seré madre...
He llegado a comprender después de mucho tiempo tú canción de Janis Joplin, tu sonrisa y el azul de tu lugar.
Felicidades. Vanessa

 
at 8:29 p. m. Blogger Kike dijo...

Felicitaciones por el libro. Sí, pues, es como un hijo, ¿no? En serio, felicitaciones.

 
at 9:40 a. m. Blogger Umma1 dijo...

Erika, vengo a invitarte a que veas un corto realmente sublime, llamado Huinay. No te lo pierdas, es sublinme


http://patricioschmidt.blogspot.com/


Un beso

 
at 1:45 p. m. Blogger El Doc dijo...

Muchas gracias por permitirme estar allí, pequeña, por poder compartir ese momento de nacimiento, de transformación y de ceremonia contigo, por haber sido partícipe, de alguna manera, de tu nueva etapa y del comienzo de tu sueño.

Siempre.

~ El Doc
Just the two of us...

 

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