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Silueta

Para comenzar, una copa rosada y un fondo de luces difusas sobre las cuales teñir tu nombre. Un estribillo conocido que inicia la noche.
Antesalas de lo inexplicable, y me digo, es el sentir. Entonces caigo. Caigo, giro y busco; pregunto.
Tiento al conjuro, lo deshago, lo armo nuevamente y el ambiente se torna poético.
Ronroneos en voz baja, sutiles alabanzas como ala de pájaro sobre el cuerpo.
Insensatez prematura que transforma lo bello uncida en las trece letras de ciertos nombres inseparables, juguetones, cobardes. Siempre cobardes.
Canto travieso que se emula en noche de luna llena para llamar a lo que ya no escucha, pero que tintinea.
Irreverencia condenada que se entrega por etapas y en distintas temporadas. Gota de gotera sobre una madera sin brillo, pues ése, solo el de los ojos.
Así, una hora es una hora y uno más uno, dos.

Erika Almenara, 4.4.07 07:50

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